Este fue el titular que sorprendió a Aitor Banda, editor de esta revista, en una cena entre amigos donde hablábamos sobre la incidencia de Zinedine Zidane en este Real Madrid. Liderazgo, gestión de recursos, manejar situaciones…
No cabe duda que la imagen construida por Zinedine Zidane tras una carrera deportiva como jugador impoluta dentro y fuera del campo es incuestionable. Jugador dotado de una técnica exquisita, hizo de su clase y conocimiento para sacar partido a sus cualidades y tomar ventaja en el juego (Táctica) su forma de expresarse, de imponerse en el campo sacándole partido a sus compañeros, de generar confianza, de ser impulsivo desde la sensatez y competitivo desde la necesidad limpia, cosa que no empañó ni una expulsión por agresión en un Mundial, se elevó a la categoría de todopoderoso humano (no se justifica).
La figura de Zidane, dentro de su nuevo gremio, viene a corroborar en la cota más alta, que cualquier definición de la palabra ENTRENADOR a ese nivel sigue incompleta hasta que no se sume a la sintetizada de la RAE: “persona que entrena”, la alusión ya popular y perseguida para él: “alinea” y alguna mención a todos los campos y estamentos donde se tiene que manejar con éxito (Prensa, directivos, afición, redes sociales… cada vez más determinantes en el día a día y la continuidad de un proyecto).
El francés no solo pone al servicio de sus obligaciones profesionales su carácter y su carisma, su imponente imagen capaz de sosegar cualquier imprevisto, la mayoría de las veces sin decir mucho, con la seguridad de que con el simple gesto de ponerse al frente genera la confianza justa que da tiempo y espacio para buscar una solución o que simplemente se esfume. Lo que a Zidane lo hace grande es que conoce sus limitaciones y les pone remedio con naturalidad. Zidane no tiene que esconder que se rodea de los mejores porque vive en el techo, no conoce la inseguridad de creer que pueden no achacarle el éxito de una decisión y esto frene su ascensión, porque ya no hay nada más alto. Es justo con sus fuentes (Ancelotti), no le teme al debate ni a lo nuevo, Zidane no menosprecia ni ridiculiza, para llevar la razón, sabe que muchas veces no la lleva, ni falta que le hace. ¿Y si es cuestión de seguridad y no de estar arriba?, de fiarse.
Tener el mejor equipo y el mejor grupo de trabajo no es una suerte, es tener la capacidad de saber elegir, de haberte ganado poder escoger y de haber conseguido la confianza de que quieran acompañarte no solo en tu trabajo, si no de que vuestras vidas se junten. Dar con personas que acepten su rol, que completen tus propuestas, que generen buenas tomas de decisión a base de hacerte dudar, a base de proponer opciones. Gente que te alivie, que entiendan lo que soportas en una rueda de prensa, en una reunión sobre salidas y entradas con el director deportivo, en un acto social con los aficionados. Personas que saben ver que una reunión con los directivos no la lleva cualquiera, que la critica en esta cultura de examen semanal según el resultado sin información del día a día es dura, que la soledad del entrenador es devastadora. Profesionales que no estén hoy para el año que viene estar mejor, que entiendan que en la vida no hay mejor forma de crecer que dándolo todo en tu papel asignado, ganándote la certidumbre siendo fiel cerrando puerta a la posibilidad de hacer camas. Zidane prefiere participar en el rondo que ponerse a dar gritos en el calentamiento, para eso tiene al mejor y así se lo ha hecho llegar al equipo, él guarda energías para la parte principal donde tiene que darlo todo haciendo llegar, convenciendo como nadie, el plan estratégico estudiado por su cuerpo técnico con él al frente. Zidane no solo alinea, se ha convertido en uno de los entrenadores más laureados proponiendo sencillez desde el conocimiento del potencial de su persona y desde la tranquilidad de que “ni el calvo (David Bettoni, segundo entrenador del R. Madrid, que espero me perdone) quiere ser Zidane, ni Zidane quiere ser el calvo”.