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Opinión – Por Paco Gil Mora

No fue fácil para Aitana, Mariona o Cata comenzar a darles patadas a un balón. Y no tiene nada que ver con las habilidades o el talento, eso lo tenían. Para ellas el fútbol significaba lo mismo de pequeñas que para los chicos. Una pasión, una forma de entender la vida a través del deporte, incluso. Las dificultades y trabas tampoco estaban relacionadas con su capacidad para competir.

Ona, Misa o Enith, como cualquier joven futbolista, se paraban en los escaparates de las tiendas de deportes y miraban las botas con ilusión de que llegaran fechas señaladas y poder comprarlas. El colorido, la forma, la marca…todo se convertía en ansias de tenerlas puestas.

Olga, Ivana o Laia se “mezclaron” con los niños en los vestuarios para jugar al fútbol mixto. Y claro que había miradas por encima del hombro, pero no precisamente de sus compañeros, sino de la sociedad en general, que veía a las niñas como piezas por encajar en un sistema deportivo obsoleto.

Irene, Oihane o Rocío supieron mucho los desplantes y comentarios desafortunados sobre su físico. Las frases machistas que relacionan a la mujer con las labores del hogar. Ellas iniciaron una lucha a la que todavía le faltan muchos detalles por pulir. 

Teresa, Irene o Jennifer también soñaron con ser futbolistas, competir en igualdad de condiciones, ser reconocidas por un colectivo rancio y atrasado que no termina de reconocer los méritos y avances del fútbol femenino. 

María, Alexia o Claudia veían lejos el ser profesionales y poder dedicarse a jugar al fútbol. Las ligas no estaban bien confeccionadas y en el deporte rey, ellas eran cenicientas. 

Athenea, Esther o Eva tuvieron que entrenar más, sacrificarse más y luchar más, sin referirme a lo físico. Porque el fútbol femenino ha ido creciendo a base de saltar obstáculos federativos, driblar declaraciones de machos alfas, avanzar por la banda dejando atrás las burlas y colocando por la escuadra un balón en forma de progreso e igualdad. 

Y a todo ello también contribuyeron Salma y Alba, que consiguieron formar parte de clubes importantes, jugar en estadios acordes a la liga y tener espacios en los medios deportivos.

Ahora, todas son campeonas del mundo. Palabras mayores. La selección español de fútbol femenino ha tocado la gloria. Todas las protagonistas habrán tenido un segundo para mirar atrás y ver el arduo camino transitado hasta llegar aquí. Han recordado decenas de anécdotas desagradables, y también, estoy seguro, reconocerán que todo ha merecido la pena. No solo consiguen el más prestigioso título a nivel internacional sino que allanan el camino a las nuevas generaciones, que ahora ya no tendrán que ser de Messi o Cristiano, sino de Bonmatí o de Putellas.

Además del mérito del seleccionar, Jorge Vilda, este grupo también lo han conformado hombres y mujeres imprescindibles para conseguir un logro de esta magnitud.

GRACIAS y ENHORABUENA. 

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